ALGUNOS FACTORES SUBJETIVOS EN LA CENTRALIZACIÓN, OPTIMIZACIÓN Y EFICIENCIA
DE LA ECONOMÍA.
“La centralización busca la optimización global pero compromete la
eficiencia local”
Por Sergio Vélez
Sánchez 16/11/2019
Mucho se ha escrito y analizado sobre los problemas económicos que
actualmente atraviesa nuestro país. Destacados investigadores y profesionales
de esta ciencia han presentado sus propuestas para tratar de salir adelante
dentro de la actualización del modelo económico analizada y acordada en los
últimos congresos del Partido Comunista de Cuba. Casi todos coinciden en
recomendar cambios significativos.
Estoy convencido de que nuestra situación actual, en lo fundamental, no es
más que una consecuencia obligada de todo el decursar de nuestra economía desde
el triunfo de la Revolución en 1959, y además que las recomendaciones emitidas
por expertos sobre diferentes aspectos de la economía: los salarios, la doble
moneda, la autonomía de las empresas estatales, el papel del sector privado, el
monopolio del comercio exterior, etc. tienen todas estas propuestas poca o
ninguna perspectiva de ser tomadas en cuenta en tanto se mantengan determinados
factores subjetivos de mucho peso. Y no me considero pesimista.
La economía directamente al servicio del estado no existía al triunfo de la
Revolución. Todo pertenecía al sector privado. Pero a partir de aquel momento
comenzó a crearse un caudal de empresas pertenecientes, o bajo administración del estado, en sus inicios
el origen de este sector al servicio del estado revolucionario comenzó como
recuperación de los bienes que fueron malversados por el régimen anterior,
después por la reforma agraria, por intervención a los negocios de los
desafectos que se marchaban del país, por problemas laborales, y ya a partir de
la segunda mitad de 1960 como resultado de las nacionalizaciones e
intervenciones de empresas extranjeras y de la burguesía criolla. Vistas esas
entidades intervenidas como entidades económicas autónomas sin un carácter
centralizado sino totalmente autónomo al servicio del nuevo estado
revolucionario puede que haya sido la época de oro de lo que ahora es la
empresa estatal socialista.
No obstante las circunstancias objetivas de escasez de recursos materiales
y financieros, así como de personal técnico calificado, llevaron al gobierno
revolucionario a centralizar todo aquel universo de empresas y a que en
consecuencia perdieran su autonomía.
Esta centralización extendió su alcance a la pequeña y pequeñísima
propiedad privada cuando la ofensiva revolucionaria en 1967 – ya habíamos
pasado también por la segunda reforma agraria en 1963 – todo lo cual pasó a ser
patrimonio del estado revolucionario en representación del pueblo de Cuba. La
centralización llegó a alcanzar prácticamente la totalidad de la actividad
económica del país.
Después del fracaso de la zafra del 70 se comenzó a repensar en cambiar los
principios de dirección económica, y ya a finales de la década del 70 se
comenzó a implantar el Nuevo Sistema de Dirección de la Economía, copiando en
buena medida al modelo soviético y de los países del campo socialista de
Europa.
Fue este un momento en el cual, dada la cantidad de recursos de que
disponíamos por los pactos con los países socialistas, así como de la cantidad
de personal técnico que ya se había formado en dichos países y en Cuba, se pudo
haber pasado a una descentralización de la empresa estatal, manteniendo su
funcionamiento al servicio del estado, pero con autonomía. Esto se buscó pero
no se logró; era reconocido que aun cuando centralmente se hubieran diseñado los
mecanismos necesarios para que la empresa estatal funcionara con autonomía (la
planificación, los precios, los contratos, el control de la calidad, etc.), por
alguna razón los dirigentes locales de las empresas eran incapaces de integrar todos
esos mecanismos en favor de la gestión empresarial excepto la disciplina de la
planificación – la vedette de la centralización. Aparentemente no se trabajó en
insistir para superar estas deficiencias sino que se desestimó el modelo.
¿Fueron los dirigentes locales incapaces de utilizar las nuevas
herramientas que se les ofrecían para ser autónomos, o fue que faltó alguna
herramienta? El caso es que ya llevábamos 20 años con la economía funcionando
de forma centralizada y así continuó hasta principios de los 90 en que
sobreviene el derrumbe del campo socialista y el surgimiento del llamado
“período especial”. Eran ya 30 años de centralización y comenzó a ocurrir que
gran parte de los cuadros en todos los niveles de dirección del aparato estatal
estaban formados al calor de la centralización y no conocían ni imaginaban la
posibilidad de una empresa con autonomía; temporalmente se adoptó una
descentralización hasta el nivel de organismos centrales; en aquél momento aun
cuando se hubiera querido descentralizar hasta el nivel de empresa hubiera
tenido resultados impredecibles.
En el primer quinquenio de los 90 se trató de descentralizar las empresas
estatales agrícolas con las Unidades Básicas de Producción Agrícola (UBPA) y no
dio resultado, tuvieron que ser tuteladas por niveles intermedios del
Ministerio de Agricultura, quedando prácticamente en la misma o peor situación
que anteriormente.
La dirección del país hizo patente su criterio sobre la centralización en
los acuerdos del IV Congreso del Partido:
“La experiencia de la
construcción del socialismo en Cuba ha demostrado que para garantizar el
desarrollo, cuando se dispone de recursos muy limitados y las necesidades
sociales acumuladas son enormes, es indispensable centralizar y
utilizar de manera racional, óptima y programada esos recursos. Cualquier
sistema de organización empresarial en esas condiciones debe partir del
principio de que los intereses del país en su conjunto deberán prevalecer
siempre sobre cualquier interés particular. La búsqueda de la mayor
eficiencia económica de nuestras empresas estatales es indispensable” (Sub-rayado y negrita
del autor)
Esto significaba entre otras cosas que la centralización busca la
optimización global pero compromete la eficiencia local.
La situación económica actual, aunque no tan grave, es similar a la de
aquellos momentos: se dispone de recursos muy limitados, las necesidades
sociales (y también las particulares) acumuladas son enormes y se aspira a
garantizar el desarrollo. Es evidente que estos criterios siguen vigentes en la
alta dirección del país a pesar de haberse acordado matizarlos con la
Actualización del Modelo Económico en los congresos más recientes.
No me opongo a que se tengan en cuenta los intereses del país en su
conjunto por encima de los intereses locales de una empresa, con lo que no
coincido es con que se haga siempre, sería caer en el dogmatismo.
Cito un ejemplo: Muy próximamente dará inicio la “zafra chica”, temprano en
diciembre. De sobra es conocido que en ese período del año los rendimientos de
azúcar en la caña son sumamente bajos – menos de la mitad que en la época de
zafra normal. Esta decisión de la dirección del país de moler temprano puede
tener su origen en que las finanzas nacionales necesiten urgentemente
captar divisas, por lo que una producción temprana de azúcar puede ayudar en
dicho propósito. Pero por otra parte esto redunda en que el central que
produzca esta azúcar temprana, en total tendrá una producción menor al tener
que moler cañas en un momento en que tiene poco rendimiento en azúcar, y que
tendrían más rendimiento en azúcar y más producción en caso de molerse en marzo
o abril; de actuar con autonomía el central habría optimizado su plan de molida
y sería más eficiente moliendo las cañas cuando tienen más rendimiento en
azúcar. A la larga también el país tendría mayor producción de azúcar que
moliendo temprano la caña. ¿Estaríamos dispuestos a darle autonomía a esta
empresa para que tome sus decisiones en busca de una mayor eficiencia? Alegar
que se puede encontrar la eficiencia por otras vías no es más que rehuir el
problema.
Por otra parte, con todo el respeto que tengo por nuestros dirigentes
¿Quién puede estar en condiciones de decidir centralizadamente lo que es más
conveniente para el país? Los responsables de ello son seres humanos, y se han
equivocado antes en no pocas ocasiones al tratar de optar por lo más
conveniente para el país, recuérdese – sin abandonar el tema de la industria
azucarera – la desactivación inefectiva de buena parte de los centrales
azucareros hace alrededor de veinte años: un vivo ejemplo de las devastadoras
consecuencias de las malas decisiones centralizadas, lo cual generó que más
nunca fuera posible recuperar el vigor y la importancia de este sector
económico; otro escenario hubiera sido si aquellas empresas azucareras
desactivadas hubieran gozado de autonomía en su gestión.
Sobre la centralización tenemos entonces dos variantes para buscar qué es
mejor para la economía del país:
- - Que un reducido grupo de dirigentes
busque soluciones o genere medidas dentro de un ámbito global para toda la
economía – la centralización.
- - O que un grupo amplio
de administradores locales busque soluciones eficientes dentro del limitado
ámbito sobre el cual trabaja directamente – la descentralización.
En la primera variante quizás se puedan lograr aciertos de mayor alcance,
pero los desaciertos han demostrado ser muy costosos, lo que la hace más
riesgosa, provocando entonces una tendencia a demorar las decisiones para
tratar de reducir los riesgos con todas las consecuencias negativas que tienen
esas demoras.
En la segunda variante hay mayor dinamismo en las decisiones, éstas están
más cerca del hecho económico, y además el alto número de participantes le da
mayor estabilidad al conjunto pues los desaciertos de algunos pueden estar
compensados por los aciertos de otros, pero ¿Existe el personal dirigente capaz
de hacer funcionar las empresas dentro de un esquema de autonomía? Es muy probable que no, pero pienso que solamente se aprende a tocar el arpa
tocando el arpa.
Ocurre otra cuestión: además del efecto que tiene sobre la empresa estatal,
la centralización está también presente en la lentitud y poco alcance de las
medidas que puedan permitir la acción del sector privado dentro de la economía.
Las recientes medidas tomadas a partir del mes de julio de 2018 declaradamente
destinadas al perfeccionamiento del Trabajo por Cuenta Propia, no han sido otra
cosa que un perfeccionamiento del control del Trabajo por Cuenta Propia,
reforzando la centralización que sobre este sector se ejerce más que
facilitarle condiciones para que prospere.
Mientras más nos demoremos en tomar la decisión de descentralizar la acción
de los actores directos de la economía – sea estatal o privada
– peores van a ser los problemas que normalmente surjan de un
cambio de esta naturaleza. Ya llevamos casi 60 años en que la centralización
impera en la economía de todo el país y en particular de la estatal y no hemos
tenido resultados satisfactorios.
En mi opinión el avance de la economía en Cuba pasa por dos elementos
subjetivos:
- ·
La carencia de cuadros competentes para manejar una empresa estatal con
autonomía, riesgo que habrá que correr, porque dentro de nuestro sistema
económico y social no hay otra alternativa.
- ·
Las concepciones de dirección que impiden el cese de la centralización
Resulta urgente comenzar a trabajar en ambas direcciones.
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